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La semana pasada os hablábamos de los sulfitos en el vino. Explicábamos qué son, para qué se utilizan, los tipos de sulfitos, las alternativas a los sulfitos, los vinos que acostumbran a tener más sulfitos…
Pues bien, en relación a este post, hemos encontrado una noticia que nos lleva a una batalla jurídica que lleva siendo protagonista en EEUU desde marzo del año pasado.
¿Qué ha sucedido?
En este mes, se aceptó la denuncia contra 24 empresas del sector vinícola y algunas empresas distribuidoras por alto contenido de sulfuroso o sulfitos dentro de su portfolio de vinos. La legislación en EEUU en el sector vinícola es mucho más laxa que en España. Basta con indicar que no existe un control o una legislación en temas tan importantes como es la información que se debe exponer en las etiquetas de las botellas. De esta manera, las bodegas no tienen la obligación de indicar en la etiqueta el contenido de la misma.
La denuncia se decidió llevar adelante tras verificar con la investigación de varios laboratorios sin relación aparente con el mundo del vino el análisis de 1300 botellas y determinar que la cantidad de sulfuroso es 5 veces superior en los vinos que en el agua. De igual manera, se estableció una relación directa entre los vinos más económicos y los que arrojaban mayores índices de sulfuroso.
¿Cuál es el problema?
El problema reside principalmente en la salud de los consumidores de vino o wine lovers ya que el sulfuroso en altas dosis prolongadas en el cuerpo puede producir graves enfermedades y es realmente perjudicial para la salud.
De hecho, está demostrado que los sulfitos consumidos (es muy importante incidir en que es con un consumo elevado) de forma improcedente pueden llegar a producir cáncer, problemas digestivos y alteraciones en cromosomas.
¿Qué argumentan las empresas vinícolas?
Lo curiosos de todo esto, es que las empresas vinícolas (entre las que destacamos la 3 productora mundial de vino del mundo, The Wine Group) utilizan argumentos que realmente nos sorprenden: se protegen bajo el argumento de que no es razonable que el vino tenga la misma legislación que el agua en cuanto al nivel máximo de arsénico porque el agua se consume diariamente y en cantidad abundante y el vino no.
De igual manera, argumentan un claro complot contra el mundo del vino y la fijación de campañas en contra del sector.
¿Qué ha pasado al final?
La resolución judicial ha dado la razón a las empresas vinícolas aunque bien es cierto que parece que la guerra no ha acabado ya que los demandantes están en pie de guerra y buscarán las opciones legislativas oportunas para conseguir proteger al consumidor de lo que se considera es peligroso para la salud del wine lover.
Si queréis conocer más acerca del tema os dejamos un artículo de The Wine Spectator
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